Fallecimiento del expresidente Pepe Mujica conmueve al mundo

El líder uruguayo murió a los 89 años tras una prolongada enfermedad. Su legado de humildad, lucha social y coherencia política trasciende fronteras.

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Montevideo, 13 de mayo de 2025 –Este martes el mundo se conmovió con la noticia del fallecimiento de José «Pepe» Mujica, expresidente de Uruguay (2010-2015), a los 89 años de edad.

Mujica luchaba contra un cáncer de esófago que, en los últimos meses, se había agravado.

El expresidente uruguayo es una figura emblemática de la izquierda latinoamericana, fue guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, pasó más de una década en prisión durante la dictadura militar y, tras recuperar la libertad, se integró plenamente a la vida política democrática.

Su estilo de vida austero y su mensaje de sencillez, empatía y justicia social, marcaron profundamente la política uruguaya y lo convirtieron en un referente internacional.

Durante su presidencia, promovió políticas progresistas como la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la regulación del cannabis. Su mandato fue también símbolo de estabilidad democrática y compromiso con los sectores más vulnerables.

“Pepe” Mujica será recordado no solo por sus logros políticos, sino por su coherencia personal: vivió en su chacra, donó gran parte de su salario y predicó siempre con el ejemplo. En sus propias palabras: “El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes son realmente”.

Mujica fue mucho más que un presidente. Fue campesino, guerrillero, preso político, legislador, ministro, jefe de Estado y, por, sobre todo, un símbolo de coherencia y cercanía con el pueblo.

Vivió como pensaba y gobernó como vivía: con sencillez, con profundo respeto por la dignidad humana, y con una inquebrantable fe en la justicia social.

Pepe Mujica, como era conocido mundialmente, nació el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, creció en un hogar humilde y desde joven se involucró en la actividad política.

En los años 60 fue uno de los líderes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana de inspiración marxista que combatía la desigualdad y el autoritarismo. Por su militancia, fue detenido, torturado y pasó casi 15 años en prisión, muchos de ellos en condiciones infrahumanas y de aislamiento extremo.

Esto, lejos de quebrarlo, ese encierro forjó un carácter introspectivo y pacífico.

Al recuperar la libertad con el retorno de la democracia en 1985, Mujica optó por el camino institucional. Se unió al Frente Amplio, fue electo diputado, luego senador, y finalmente llegó a la presidencia de Uruguay en 2010.

Un presidente diferente

Durante su mandato (2010–2015), Mujica se convirtió en un fenómeno global. Desde su modesto hogar en las afueras de Montevideo —una chacra donde cultivaba flores y vivía con su esposa, la también senadora Lucía Topolansky—, impulsó reformas progresistas que pusieron a Uruguay en el centro del debate político internacional.

Legalizó el matrimonio igualitario, el aborto y la marihuana; promovió políticas de inclusión social, de redistribución de la riqueza y de fortalecimiento del aparato estatal sin renunciar al diálogo político. Pero lo que más sorprendía era su estilo: rechazó vivir en la residencia presidencial, donaba casi el 90% de su salario y solía movilizarse en su viejo Volkswagen Fusca.

Su discurso ante la ONU en 2013, en el que denunció la cultura del consumo desenfrenado y defendió un modelo de vida sobrio y sustentable, fue replicado en todo el mundo y aún hoy se estudia como una pieza clave del pensamiento político latinoamericano contemporáneo.

Su legado perdurara y quedara para la posteridad.

Tras dejar la presidencia, Mujica continuó participando activamente en la vida pública, desde el Senado y a través de conferencias, entrevistas y encuentros con jóvenes y movimientos sociales. Su figura generó admiración tanto entre sus seguidores como entre sus críticos, por su honestidad intelectual, su sentido del humor y su profundo compromiso ético.

El anuncio de su fallecimiento generó una oleada de homenajes en redes sociales y medios de comunicación de todo el mundo. Líderes políticos, académicos, artistas y ciudadanos de a pie coinciden en reconocer a Mujica como una figura inspiradora, un ejemplo de vida y de servicio público.

El gobierno uruguayo decretó duelo nacional por tres días. Está previsto que su cuerpo sea velado en el Palacio Legislativo, donde miles de personas podrán rendirle homenaje.

«Pepe», el presidente que nos enseñó a vivir con menos.

«Pepe» Mujica será recordado por su frase emblemática: «No soy pobre. Pobre es el que necesita mucho para vivir.» Con ella, resumió su filosofía de vida, basada en la austeridad voluntaria, la ética del servicio y la defensa irrestricta de los derechos humanos.

Su partida deja un vacío inmenso, pero también una huella imborrable. Mujica no buscó ser héroe ni mártir. Solo quiso ser coherente, y en eso —quizás— radica su verdadera grandeza.