En un reciente streaming sobre las redes sociales, dos participantes se propusieron cada cual elegir las tres imágenes de redadas en Estados Unidos que más habían impactado sus sentidos.
Uno de los dos intervinientes eligió esa imagen de los guardias militares llegando a un campo agrícola donde los trabajadores hispanos recogen fresas en California y corren, asustados, huyendo en la inmensidad de la plantación cubierta por la niebla matutina.
Enseguida, este mismo participante eligió el momento cuando los marines chocan a los manifestantes en las calles de Los Ángeles, como en la guerra. Y terminó su lista con esa imagen en la cual un migrante sube a un auto incendiado ondeando entre el humo la bandera de México, indicando que hay respuesta, que hay resistencia de la comunidad.
El otro participante del programa difundido a través de Radio Nacional hizo su propia lista. Empezó por aquella imagen donde una mujer chilena, turista que había llegado a Los Ángeles con su hija adolescente, es tomada por la fuerza en la calle, esposada, arrastrada y metida a un carro de la agencia de seguridad interior, sin escuchar sus gritos reclamando a su hija que quedó abandonada entre la multitud.
La segunda imagen elegida por el segundo participante en este programa sobre redes hace referencia a la batalla desigual en la terraza de una casa entre cinco militares y un migrante mexicano, seguramente indocumentado. El hispano con un palo esquiva los golpes lanzados por los cazadores uniformados, hasta que lo doblan con un sillazo sobre la cabeza.
El segundo participante terminó su lista con el gobernador de California, Gavin Newsom, y la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass. Él, defendiendo la enmienda de los padres fundadores de Estados Unidos, quienes establecieron la autonomía de los estados federados en materia de seguridad y ella, denunciando directo a la Casa Blanca como organizadora de los saqueos de tiendas para desprestigiar la ciudad de los migrantes, el Estado de los productores de comida.
Todas esas imágenes no surgieron de la fantasía de estos dos conductores del programa en ondas y sobre el streaming audiovisual, son escenas reales que tuvieron lugar esta semana que ha culminado hoy sábado con centenares de manifestaciones en todo el territorio estadounidense rechazando el desfile militar del presidente Trump y el uso de la fuerza contra la población migrante.
El supremacismo fascista que el mundo está observando en Estados Unidos contra las poblaciones culturalmente diferenciadas no se aleja de ese mismo que sufre el pueblo palestino en Gaza, o el pueblo ruso-parlante en Ucrania.
Frente a esta violenta intervención militar para controlar la reacción indignada de las comunidades migrantes hay diferentes posturas, desde los llamados públicos a no salir de las casas, a guardar el orden, a denunciar los abusos y a recuperar el territorio de México robado por Estados Unidos. O la más bulliciosa conveniencia del silencio frente a los hechos.
Conviene decir que el uso del ejército con los marines de la guerra ha sido un exceso nunca antes visto para contener la decadencia política de un país endeudado, peleado comercialmente con todo el planeta y sin amigos reales, llamando animales a los inmigrantes no blancos.
Ante este despropósito, Honduras reconoció que al menos 30 de sus connacionales en California han sido víctimas de redadas, auténticas cacerías indiscriminadas con armas de asalto, cuyos ejecutores están sobre la ley y sin controles democráticos de nadie, en un tropel inhumano.
Este país está en espera. En menos de 20 días vencerá el plazo para saber si el régimen de Trump extiende formalmente un año más la estadía legal de 85 mil hondureños comprendidos en el TPS desde hace 25 años o si, por el contrario, decide ponerlos en el limbo junto a más de un millón de indocumentados prejuzgados como salvajes que comen tacuazines.
Todo esto ocurre dentro de un país que pretende dictar las normas democráticas a sus vecinos en los campos de la seguridad interior, la economía, la defensa, la elección de autoridades, el comercio internacional y los derechos humanos.
La Casa Blanca, dirigida por rencorosos funcionarios anticubanos, pretende imponer a Honduras la expulsión de la solidaridad revolucionaria de la Isla Insumisa en los campos del deporte, la salud y la educación. Pretende, además, imponer observadores electorales prejuiciados con su estribillo de elecciones limpias, transparentes y justas, respetuosas de los derechos humanos, al tiempo que grava con impuestos las remesas de nuestra diáspora.
El ministerio de exteriores de Estados Unidos no ha designado todavía el nuevo personal diplomático en su Base Regional recién inaugurada en la avenida Los Próceres; uno a uno, han ido saliendo de ahí los servidores demócratas encabezados por la señora Laura Dogu, de generales conocidas en el país. Y han publicado en redes su salida reciente los señores Roy Perrin y Nate Macklin, que funcionaban como encargados.
Esperamos que el limbo diplomático de Estados Unidos, ya vivido después del golpe de Estado y durante el golpismo, no sea cubierto con tenientes o coronelas que se vuelven, a conveniencia, árbitros o jueces de las elecciones, o en gerentes violentos de rompimientos constitucionales. En actores cínicos del divorcio del mundo con su país.
Que así NO sea. Buenas noches.