MILITARES, GOLPE, AMARATECA Y MEMORIA

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El pasado miércoles 4 de junio ocurrió un hecho inédito en la vida del Comité de Familiares de Detenidos-Desaparecidos en Honduras. Con el consentimiento previo, llegaron a la antigua “Casa del Terror”, en Amarateca, miembros de la Junta de Comandantes de las Fuerzas Armadas de Honduras. Llegaron respetuosos, a la escucha y abiertos.

El general de brigada Hosvan René Barahona Alvarado, sub jefe del Estado Mayor, explicó que su presencia en el lugar indicaba la voluntad institucional de asumir la verdad, “porque no podemos desconocer los hechos; eso sería mentir”.

En este sitio otrora clandestino, ubicado sobre el borde del río del Hombre, al extremo occidental del pequeño valle de Amarateca, funcionó entre 1980 y 1988 una cárcel clandestina del Batallón de la Muerte 3-16.

Antigua casa de campo del general Amílcar Zelaya, del triunviro militar de la época, aquí se aplicó la Doctrina de Seguridad Nacional consistente en el ocultamiento, tortura, desaparición y asesinato de personas disidentes del militarismo gringo.

El ya citado general Barahona Alvarado llegó acompañado de otros dos generales y tres coroneles con altas responsabilidades en la institución armada, manifestando una comprensión creíble de lo ocurrido aquí.

La gravedad de los crímenes cometidos en Amarateca, narrados por sobrevivientes, llevó al Cofadeh a la determinación de convertir el lugar en Museo contra el Olvido, para honrar la memoria de más de 600 personas que fueron ocultadas y flageladas ahí.

“Nosotros somos la misma institución de aquellos años cuando ocurrieron las atrocidades condenables por irrespetuosas de la ley y de la Constitución, pero hoy estamos conformados por otras personas, por una nueva generación”, aclaró el general subrayando la voluntad de rectificación de la comandante general, la presidenta Xiomara Castro, actual ministra de defensa en funciones.

En una de las fotografías registradas por el equipo de comunicación del Comité y disponibles en el sitio web se observan el dirigente social Carlos H Reyes y Bertha Oliva, coordinadora general, en un plano dialogante, explicativo y demandante. Demandaron a los uniformados acceso a los archivos militares, para facilitar el trabajo de la justicia en relación a este lugar.

Oliva, profundamente compenetrada en el relato, recordó a los uniformados que históricamente “nosotros hemos sido dos actores antagónicos en el país; pero, este encuentro en este escenario antiguo de horror, marca probablemente un antes y un después en nuestras relaciones”.

El Museo contra el Olvido se proyecta como un sitio de encuentro, reflexión, investigación, denuncia y curación, en el cual los militares podrían jugar un papel de colaboración para desentrañar la estrategia de muerte dirigida por la CIA y el Pentágono de Estados Unidos.

Bertha dijo sin rodeos que para muchas familias hondureñas los uniformes militares representan dolor e impunidad, pero su presencia en el Museo contra el Olvido es un acto que puede entenderse desde la necesidad colectiva de verdad, de justicia y de paz. “Nosotras hemos estado preparadas para este momento desde hace más de 40 años, no sabemos ellos,” expresó Oliva.

El primer militar de alto rango que entró autorizado a un sitio ceremonial del Comité de víctimas fue el general argentino Martin Balza, veterano de guerra de Las Malvinas, quien llegó a Tegucigalpa para colaborar con las investigaciones abiertas por el Ministerio Público en base al informe “Los hechos hablan por sí mismos” de 1992.

Durante este recorrido del miércoles en Amarateca, entre las paredes de la vivienda donde hubo sangre, gritos, carroña humana y dolor indescriptible, el general Barahona Alvarado reconoció “con mucho pesar o mucha pena” que “es la primera vez que conocemos este lugar”.

También fue su primera vez para el coronel de aviación Julio César Hernández Ugarte, el coronel de infantería Walter Danilo Hernández Carbajal (director de Historia Militar), el coronel de infantería Víctor Alonso Ponce (director del C2); el general de brigada Dagoberto Moncada Zelaya (inspector general) y el general de brigada Max Alonso Hernández, auditor jurídico.

“Durante mi juventud supe vagamente de este lugar, pero verlo hoy personalmente en un proceso de memoria histórica, nos compromete seriamente en el respeto de esta iniciativa y de los derechos humanos en general”, subrayó el subjefe del Estado Mayor, la voz cantante durante el recorrido.

Para el Cofadeh esta visita militar ocurre en un momento de creciente demanda de las responsabilidades internacionales del Estado de Honduras en materia de derechos humanos a través de una ley que incluya verdad, justicia, memoria, reparación de los daños y garantías de no repetición de los hechos.

Ocurre, igualmente, a pocos días del 11 de junio, fecha del secuestro y desaparición de Tomás Nativí en 1981, y ocurre esa visita a tres semanas del aniversario 16 del golpe de Estado del 28 de junio de 2009.

En ocasión de esos hechos, los jóvenes embajadores de la memoria, junto a las secretarías de educación, cultura, pueblos y patrimonios, derechos humanos y el Museo de la Memoria, realizan actividades conmemorativas para mantener viva la llama del pasado, que equivale al fuego del futuro.

Confiar es una decisión capaz de construir puentes y desencadenar procesos impensados; creer que las Fuerzas Armadas ahora son una nueva generación consciente de su responsabilidad histórica para no repetir los horrores del pasado… eso, las acciones concretas lo dirán.

Buenas noches