Bertha Oliva: «Mi misión en esta tierra es defender los derechos humanos»

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Bertha Oliva | Foto: Nerea Presa. UPV/EHUko Komunikazio Bulegoa.

Bertha Oliva Nativí (San Esteban, Honduras, 1956) es fundadora y coordinadora del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), una organización no gubernamental que promueve los derechos de los familiares de las víctimas de desapariciones forzadas entre 1979 y 1989.

Es, así mismo, co-fundadora del Comité por la Libre Expresión C-LIBRE (2001), del Bloque Popular (1994) y del Frente Nacional de Resistencia Popular FNRP (2009); e integrante de diversos espacios de trabajo y alianzas. Todo esto prendió una madrugada de 1981. Aquella noche desaparecieron a Tomás, su marido, junto con su amigo Fidel. Ella fue detenida y torturada, pero sobrevivió. Participó este verano en la primera Formación Especializada para Defensoras de Derechos Humanos (FEDDH), organizada por Instituto Hegoa de la Universidad del País Vasco

Usted ha dado título a su propia biografía: ‘Me declaro sobreviviente de la muerte para servir a la vida’. En su caso, ¿ser defensora es un deber, un compromiso casi obligado, autoimpuesto…?  

bertha Oliva__galSer defensora es una obligación. Ejercer la defensoría de derechos humanos es vibrar con la necesidad, es amar a la humanidad, es creer que se pueden generar cambios a favor de la vida y a favor de la libertad de los pueblos. No me siento presionada ni obligada a ser defensora, siento que es mi misión en esta tierra. No estoy limitada a ser defensora solo en mi país, lo seré siempre que vea una violación de los derechos humanos. Lo bueno de ser defensora es no tener fronteras, lo llevamos en el alma.

¿Qué implica ser una mujer defensora de DDHH hoy en día en Centroamérica, o en América Latina? ¿Hay un antes y un después de autodenominarse públicamente como defensora de DDHH? 

Por supuesto. Hace 40 años cuando hablábamos de defensoría de derechos humanos en Centroamérica y en el continente, lo que suponía exponerse en el día a día a una ráfaga de tiros. Uno se cuestiona y reflexiona: Si estoy defendiendo derechos, y expongo los míos, ¿cuál derecho defiendo? ¿Qué defensora me reclamo si expongo mi derecho a vivir y mi derecho a ser?

Tengo motivaciones para defender, ya que viví en carne propia y supe y sé, lo que es ser víctima de violación a las garantías y a los derechos. No es fácil que te arrebaten a un ser amado y asumirlo como normal, porque jamás lo será. Esto me dio la convicción y la certeza de que luchar por el derecho a la vida era mi obligación, ya que me han negado el derecho a la verdad y el derecho a la justicia.

Abrazar la causa de los derechos humanos es lo mejor que le puede pasar a un ser humano cuando le abraza con amor. Ser fiel a los ideales de los seres a los que se les arrebató la vida, siempre fiel a la idea y al pensamiento. Esto es lo que soy, una mortal que agarró los sueños de dos hondureños a los que desaparecieron por pensar diferente.

Yo no vivo de lo que digan, vivo de lo que hago, y vivo de lo que lucho. La palabra tiene el poder, y es por ello que estoy constantemente pensando en lo que haré a favor de la humanidad y de los derechos humanos.

«Mientras el pasado no se resuelva con verdad y justicia, la impunidad será una constante»

El compromiso con las distintas luchas de las mujeres en la defensa del territorio, el medioambiente y sus propios cuerpos ha dado lugar al surgimiento de la figura de la defensora y la necesidad de trabajar en red e intercambiar conocimientos que haga más efectiva la lucha por los DDHH. Así surge esta primera Formación Especializada para Defensoras Humanos (FEDDH).

Llama la atención que mujeres con la trayectoria que tiene usted deba formarse, ¿qué le aportan este tipo de encuentros fuera de su país? 

Uno todos los días aprende, y si bien es cierto que el tema de los derechos humanos es un tema que lo hemos impulsado, yo necesito aprender cada día de nuevas prácticas, incluso ver las prácticas que ya he hecho para poder mejorarlas. Creo que la práctica es la mejor escuela, pero siempre tiene que estar acompañada de la teoría. Uno debe darse su tiempo para ver como gente nueva o gente mucho más joven que tú puede darte luces de cómo seguir en la lucha. Yo creo que aprender es una necesidad, y todos los días se va aprendiendo para seguir construyéndolo.

En el caso de Honduras en el último decenio han sido desaparecidas cerca de 200 personas como parte de una política de Estado de seguridad nacional, ¿Quiénes son el principal objetivo de las desapariciones?

La gente que tiene ideas diferentes a lo que el sistema impone. Quieren que seamos obedientes a un sistema, aunque este sea despiadado y explotador. Quisieron amarrar una máquina a la que no le encontraron el timón.

Las desapariciones forzadas en Honduras, y en el continente en general, se dan a personas que luchan por un trozo de tierra, personas que piensan y luchan colectivamente para mejorar sus condiciones de vida. Gente que tiene sueños más allá de la religiosidad, que tienen sueños liberadores. Los jóvenes son presas fáciles para desaparecerles, para persecuciones arbitrarias y sumarias, para detenciones ilegales y torturas. Mientras esto siga sucediendo y mi voz pueda hacerse oír, lo haré.

Si nosotros fortalecemos estos temas y se cumplen en todos los países, especialmente en los tercermundistas, la situación no sería tan aguda en contra de estos luchadores. Es imperativo seguir pensando que los niños tienen todos esos derechos para obtener una vida plena y crecer y desarrollarse en plenitud.

¿Qué diferencia has observado en estas cuatro décadas? ¿Qué diferencias hay entre las prácticas de entonces y las de ahora (si las hay)?

El pasado aún no ha sido resuelto, y mientras no se resuelva con verdad y justicia, el tema de la impunidad será una constante. Por esa razón, cometen otros delitos contra otra gente, es decir, lo que pasaba hace cuatro décadas sigue pasando hoy en día de una manera aún más descarada. Ya no son tan habituales las desapariciones, sino que abundan las ejecuciones sumarias y arbitrarias.

¿Llega al público el discurso de las defensoras? ¿Cuáles son sus medios para hacerse oír? 

Nuestro discurso ha llegado al público, y es por ello que nos catalogan como personas hostiles, porque han recibido nuestro grito y nuestro mensaje. Aun así, hay que sumar más voces, tenemos que unirnos con más pueblos e identificar los hilos que nos conducen al sufrimiento, para poder impulsar tareas y acciones. Ante la embestida que nos están dando en nuestras regiones como países, tenemos que reencontrarnos y hacer acciones contundentes que les haga reflexionar a los impunes de ayer, que son los mismos de hoy.

«Cuando hayamos edificado la memoria en unos años, yo podré morir en paz»

Soy más fuerte si tengo a diez personas a la par que estando yo sola. Por ello, la construcción de cadenas humanas en estos momentos es más que necesaria. Si nos unimos todos, ganamos todos, indiferentemente del medio que utilicemos. A estas alturas tenemos que aprender a amarnos, a respetarnos y a desprendernos de las sospechas y las envidias. Cada uno tiene su potencial, y ese potencial hay que ponerlo al servicio de la humanidad, pero articulado y unificado.

COFADEH ha cumplido ya 40 años que han sido contados en el documental ‘Una historia en partes’, un proyecto de construcción de memoria histórica. ¿Es Honduras un pueblo con memoria? ¿Qué uso se le da políticamente a la memoria del conflicto después de cuatro décadas de violencia por parte del Estado?

Nuestro eje central es el tema de la memoria, la memoria como una acción de metodología del saber y como una opción de la edificación de lugares.  Edificar los lugares es necesario, pero no hay cultura porque no hay una política de memoria. Primero hay que practicar la importancia de la memoria, para posteriormente escribir las políticas de ésta. Hay que ejercer una memoria para después hacer pedagogía de ella e implementarla.

Mirando al futuro, ¿cómo ve los próximos diez años? ¿Cuál cree que es su principal legado para las próximas generaciones de defensoras?  

Cuando en unos años hayamos edificado la memoria, yo podré morir en paz. Será un legado para Centroamérica, para la humanidad, para los nuevos jóvenes. Nunca me miro pasiva, me miro siempre en resistencia, pero con esencia. Quiero que mi resistencia tenga fundamento y claridad política. Si no hay identidad política e ideológica, no es posible avanzar.