UN MUSEO CONTRA EL OLVIDO CLAVADO EN LA DESMEMORIA

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Olvidar el pasado es un eje de la narrativa de los culpables, una clave de impunidad vendida a la prensa barata para hacer creer a la sociedad que todo el horror cometido antes por el Estado fue para garantizar el presente y el futuro.

No podemos vivir eternamente atrapados en el pasado, porque nos impide mirar las oportunidades del presente e imaginar el futuro. Así nos hablan.

Concretamente, los malandros constructores del olvido trabajan para borrar la memoria de los hechos, la detención ilegal, la tortura, los tratos humillantes, la simulación de muerte, la desaparición forzada y el asesinato.

El trabajo sucio ha incluido quema de bodegas policiales con información de perfiles, profanación de cementerios clandestinos, terraje de evidencias físicas, destrucción de discos duros, asesinato de testigos, aprobación de leyes de punto final, demolición de edificios, o imposición de agendas políticas vacías.

Pero la decisión de olvidar el pasado es una práctica mutante. Se agota la posibilidad de borrar los hechos, entonces activan otro eje perverso: La existencia de dos bandos. El derecho de autodefensa. La muerte moral del oponente. Es cuando dicen que las filas de la resistencia política o armada eran un bando violento y que ellos, agentes del Estado investidos con autoridad, eran el otro bando, los amenazados.

Los canallas han vendido esa matriz mediática por años, olvidando adrede que el Estado no es un bando, no puede ser un bandolero armado tirando del gatillo sin reglas ni controles, sin estándares internacionales sobre el monopolio legal de la violencia. Estaban y están obligados a respetar la ley.

La autoridad tiene los recursos suficientes para resolver la conflictividad con democracia. Impunidad con justicia. Con derecho. Con derechos humanos. No con violencia ni mucho menos con terrorismo estatal.

Los saca-uñas del batallón de la muerte 3-16, a la base ladrones de joyas, relojes y dinero, esencialmente corruptos, esféricamente delincuentes, esos miserables investidos de autoridad, eran precisamente el Estado entre 1980 y 1992.

Con el apoyo de Reagan y Negroponte, héroes del inframundo washingtoniano, andaban por toda Honduras llamando subversivos a nuestros seres queridos que efectivamente subvertían su proyecto de ocupación y pillaje de la región.

Formados por la Escuela de las Américas, “la mano blanca” de la represión militar y el Mossad, profesor de los sátrapas de “operación Cóndor”, todos esos constructores de olvidos llamaban terroristas a nuestros combatientes de ideas.

Ayer viernes, en la víspera del Día Internacional de los Derechos Humanos, se soltó otra vez la antítesis del olvido. Una propuesta de memoria. De pedagogía de la recordación. El mandato de prohibido olvidar.

Inaugurando la primera etapa del Museo Nacional contra el Olvido en Amarateca, las personas sobrevivientes del horror en esa zona ocupada desde 1978 por la junta militar golpista, acompañadas por el Cofadeh, sus familias, amistades y representantes de organismos internacionales, proclamaron su decisión de educar hasta sangrar.

La sangre, precisamente, descubierta con luminol en las paredes de la casa utilizada por los escuadroneros del 3-16 condujo al Comité de Familiares de Detenidos-Desaparecidos en Honduras a la recuperación de este predio que ahogó millares de sufrimientos infligidos a seres humanos opuestos a la ocupación militar de Honduras.

Queremos que esta casa muda hable a gritos a través de este museo público, que ha sido un sueño caro, difícil de vender y comprar en una sociedad cuyo Estado huye del pasado, porque el pasado lo señala como causante de heridas graves que no han sido curadas.

Así lo dijo en sus palabras de apertura la coordinadora general del Cofadeh, Berta Oliva, quien prosiguió ante la mirada atenta de las personas asistentes al extremo Oeste del pequeño valle situado a 15 minutos de Tegucigalpa.

El sol y la lluvia han gastado los materiales de este centro regional de torturas, de ocultamiento de personas desaparecidas y de ejecuciones sumarias entre 1980 y 1990; la impunidad campeó convenientemente durante décadas y la naturaleza tomó espacios simbólicos con sus troncos y raíces, pero hubo víctimas, personas de carne y hueso, que fueron casi carroña en manos de sus verdugos, que sobrevivieron para contarlo. Y que están aquí.

En honor a ellas, a las decenas de hombres y mujeres que fueron pasados aquí por las armas de los cobardes, la organización fundada por madres y abuelas el 30 de noviembre de 1982 toma control total de este lugar para abrirlo a Centroamérica y el mundo.

Entre 1980 y 1992 fueron desaparecidas en Honduras más de 200 personas de diversas nacionalidades, y era justo hacer aquí un homenaje patente a su sacrificio edificando una obra de amor contra el terror, un espacio de estudio, reflexión y debate. Un museo vivo, viviente, que perdure hasta después del porvenir.

El Museo Nacional contra el Olvido ha comenzado a ser desde ayer una plaza de reuniones, un sitio obligado a desembarcar durante el Tour de la Memoria, que incluye monumentos en el oriente y centro de Honduras, además de la sede histórica del Cofadeh en la avenida Cervantes y el Hogar contra el Olvido, en Santa Ana, Francisco Morazán.

Esta primera etapa nos llevará a la segunda y a la tercera, hasta terminar una obra completa que sea centro de documentación, investigación y producción, que difunda a través de sus propios medios de información y comunicación. Que eduquen seriamente en el nunca más.

Aquí recibiremos a los estudiantes y sus guías, a los funcionarios del gobierno, a los policías y soldados en formación, para informarles y formarles. Pero en este sitio no pueden poner un pie los Salazar Meza, los Trejo Rosas, los Hernández Santos, los López Grijalba, los Funez Álvarez ni los Joya Améndolas. Tampoco los Zelaya Rodríguez, los Erazo Paz ni los Peña Paz. Ellos, si aún viven, deben aceptar sus crímenes, ir ante un juez y declarar, para morir en paz.

El Museo Nacional contra el Olvido ha comenzado. Será una obra gigante para honrar la vida y obra de hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas por la dignidad de Honduras. Y la vida y obra de sus madres y abuelas, que no se rindieron nunca a la adversidad, al desamor ni a las siniestras estrategias divisionistas de los canallas.

El proceso de concepción y construcción será un camino largo, pero éste ya comenzó. Hasta ayer era un sueño que reunía soñadores, pero hoy es una piedra sobre otra que invita a sumar, a construir, trenzados de manera que no haya soledad, como nos anima el gran Silvio Rodríguez en su canto.

Buenas noches

Editorial Voces contra El Olvido, sábado9 de diciembre de 2023