Víctimas de persecución política buscan en otra patria lo que la suya les negó

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Tegucigalpa.- “Mi nombre es Samuel Trigueros, soy hondureño, escritor, pero ya no me encuentro en mi país, estoy fuera desde hace meses que parecen siglos. Tuve que abandonar Honduras a causa de la persecución política ejercida contra mí y contra mi familia por los cuerpos represores del régimen que se encuentra enquistado en el poder”.

Estas son las palabras de un luchador social  y poeta hondureño que  tuvo que abandonar el país por la persecución política en su contra, al luchar por una patria libre de regímenes y de dictaduras.

Desde el golpe de Estado del 28 de junio de 2009, hasta llegar a la crisis política post electoral de 2017, Honduras ha estado sumida en la corrupción absoluta; se han cometido innumerables violaciones de derechos humanos contra la población que lucha  por una Honduras libre, por una patria que sea digna, sin corrupción, sin crímenes de lesa humanidad y sin fraudes para perpetuarse en el poder.

Al gestarse el fraude post electoral de noviembre de 2017, muchas personas defendieron su patria asumiendo posiciones contra el fraude más grande cometido en Honduras hasta esa fecha. A más de dos años de que un gobierno ilegal e ilegitimo se incrustó en el poder, la población consciente continuó luchando para sacar la dictadura, pero ésta desató una persecución política que obligó a muchos –como el caso de Samuel Trigueros y su familia- a abandonar su patria para salvaguardar  su vida.

samuel trigueros“Luego de verme obligado a abandonar el país a causa de esa persecución política, mi vida y la de mi familia ha sido difícil, en términos de enfrentar una nueva realidad para la que, quizás, ningún migrante en nuestras condiciones está preparado. El hecho de que la migración sea forzada es lo que le da característica muy diferentes a las de alguien que emigra voluntariamente en busca de oportunidades nuevas y mejores, en términos profesionales, por ejemplo”, señaló Trigueros.

Así mismo, añadió que “las personas que decidimos marcharnos sabemos que enfrentaremos múltiples retos y, en muchos casos, un alto riesgo de morir en esos trayectos que son “de la nada hacia la nada, como sucede con las caravanas de migrantes que emprenden el camino hacia Norteamérica”. En nuestro caso, elegimos un país de Europa para eliminar la primera barrera que podríamos tener en un país distinto a nuestra lengua materna, pero el choque con una cultura que no es la nuestra es igual de impactante”.

Trigueros dijo que uno de los aspectos más difíciles de enfrentar para él y su familia fue asimilar la sensación de seguridad repentina, sentir que ya no tenía que vivir en un estado de alerta permanente como lo hacía en Honduras. “Un aspecto que para mí fue impactante fue entender a que acá estaba a salvo de los riesgos de los cuales venía escapando. Eso era, precisamente lo que veníamos buscando, pero nos ha costado muchísimo asimilar esta nueva realidad en la que esos riesgos parecen haber desaparecido o están en receso. Durante varios meses sentí cierta paranoia como una secuela del estado de alerta en el que  vivimos los últimos meses en Honduras, y me he llegado a sentir hasta culpable de la relativa tranquilidad que vivimos acá sabiendo que muchísimas personas en Honduras viven con las horas contadas por el régimen”.

El poeta hondureño explica que no ha sido fácil tener que estar en un país que no es el suyo, y que el cambio de vida al que se tuvo que someter ha sido muy fuerte y ha causado una desintegración familiar que todavía pesa sobre ellos.

“Familiarmente hemos sido rotos y sometidos a fuerzas desconocidas y desgarradoras, hemos tenido que reformular nuestras relaciones acá y allá, hemos tenido que soportar el dolor de la separación de quienes dejamos en nuestro hogar y que no pudieron escapar con nosotros porque significaba abandonar completamente lo construido a lo largo de nuestras vidas; también por los afectos y apegos a los cuales se aferró mi madre, por ejemplo, o por la dificultad de no haber podido reunir suficientes recursos económicos para traerlos con nosotros. Ese duelo de la separación familiar es algo que todavía pesa muchísimo sobre nosotros, es una herida que no sabemos realmente si algún día será sanada”.

Añadió que del Estado hondureño no han recibido ningún tipo de apoyo ante su situación y que no la esperan en el contexto actual, puesto que ha sido el mismo Estado el que les obligó a salir del país que los vio nacer y  crecer.

crisis politica2“En lugar de apoyos del estado, lo que hemos recibido ha sido todo lo contrario: persecución, expulsión, acoso y amenazas.  Hasta absurdo es, incluso, que a esta altura el Servicio de Administración de Rentas (SAR) me exija constantemente reportarme porque tengo, según ellos, impuestos pendientes de pago en un país en el que no estoy presente. La SAR se negó a devolverme deducciones que me hicieron y que no correspondían, pero exigen que esté presente allá y reporte fiscalmente”.

Indicó que el aparato represor del Estado es el responsables de su salida, así como de miles de personas que el régimen ha expulsado hacia el exilio.

“La criminalización de la lucha nos tocó de frente, el ejército y la policía montaron operativos para vincularnos a acciones terroristas. Esto fue publicado en los diarios, consta en los medios de comunicación de Honduras que señalaron la organización de lucha de base que coordinaba como vinculada al crimen organizado y a actividades subversivas”.

El escritor hondureño es claro al señalar que “Como miles de hondureños, somos víctimas del terrorismo de Estado. En este momento no hay esperanza de que se haga justicia; es muy difícil que eso ocurra mientras exista un régimen que, precisamente, ha fortalecido la impunidad para protegerse de la penas que les corresponden por crímenes de todo tipo cometidos contra la población, la democracia y los Derechos Humanos”.

Otro de los casos de exilio que se ha dado por los mismos motivos que la de Samuel Trigueros, es el del  ex presidente del Colegio de Profesores de Educación Media de Honduras (Copemh), Jaime Rodríguez.

El caso de Jaime Rodríguez ha demostrado, como él mismo lo dice, que  la lucha social en Honduras es objeto de persecución, represión, desaparición y asesinato, donde para salvaguardar la vida hay que abandonar el país.

El 28 de octubre de 2019, Rodríguez fue objeto de secuestro por desconocidos que lo subieron en un automóvil, lo torturaron y lo lanzaron al río Choluteca, dejándolo como muerto al provocarle una herida en la garganta para que se desangrara. Horas después, al recuperar fuerza, pudo salir del río por las cercanías del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) en el barrio Abajo de Tegucigalpa, donde fue auxiliado por vecinos y trasladado a un centro hospitalario para darle asistencia.

Jaime Rodríguez
Jaime Rodríguez

El 30 de enero de 2020, con el apoyo del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (Cofadeh), abandonó el país tras sobrevivir a un intento de asesinato.

“Afortunadamente hay organizaciones como el Cofadeh que no dejan de ser un refugio para todo el pueblo hondureño”, indicó Rodríguez desde el lugar donde se encuentra exiliado, y a la vez señaló que “las personas que estamos en lucha social nunca hemos estado en lucha armada y en nada ilegal, solo hemos exigido, como lo exige todo el pueblo hondureño, mejores condiciones de vida”.

A renglón seguido agregó que exigir que haya salud pública, educación pública y gratuita, democracia y libertad en un pueblo, no es un motivo para perseguir, para reprimir, para tratar de asesinar, para desaparecer y para matar personas.

“Esto lo que refleja es la poca capacidad que tiene el que hoy nos desgobierna el país, y querer imponer medidas impopulares a sangre y fuego. Creo que desde donde estemos y esté cualquier ciudadano hondureño, debe seguir en la lucha para seguir defendiendo sus derechos”, señaló.

Para el ex presidente del Copemh y activista social, es complicado para toda persona el desarraigo, tenerse que ir del país por su seguridad, “es una cuestión trágica y es algo que afecta para toda la vida”.

Indicó que la persecución a la que ha sido objeto la mayoría de los luchadores sociales y de la gente que está comprometida con exigir mejores condiciones de vida, es de varias formas, desde emprender grandes campañas para  desprestigiarlos, hasta llegar a la represión física, donde comienzan a perseguirlos, a amenazarlo, hasta posteriormente llegar a lo que ocurrió con él, el secuestro, la tortura y el intento de asesinato de su persona.

crisis politica1“Esto refleja toda la persecución de la cual somos objetos, no solo los dirigentes magisteriales, todos los luchadores sociales, donde hay infinidad de compañeros que han sido asesinados, y todo esto solo refleja la política represiva y la imposición de medidas impopulares por parte de la dictadura”, enfatizó Jaime Rodríguez.

En cuanto a la respuesta que ha tenido de parte del Estado, por las denuncias interpuesta de los hechos que le han sucedido, Rodríguez  señaló que siguen archivados porque no hay voluntad de la dictadura para investigar y dar una respuesta satisfactoria.

“Están archivados los casos, simple y sencillamente no le dan trámite, lo que demuestra la complicidad que tienen los organismos del Estado, que al final son los mismos que persiguen, torturan y secuestran, porque solo ellos tienen la estructura como para darle seguimiento a una persona”, señaló el dirigente magisterial.

Añadió que “esto implica todo un equipo de seguimiento, de gente que tenga estructura y puedan actuar en total impunidad, y esto solo lo tienen los cuerpos represivos y de seguridad del Estado, que lejos de dar seguridad, hoy lo que hacen es reprimir al pueblo hondureño”.

Para el ex dirigente magisterial, el estar lejos de su familia es una de las situaciones más complicadas y que más dolor causan al dejar a los hijos, a la esposa, a los hermanos, a los familiares y en su caso,  a su madre, es una de las situaciones que más molesta y duele, porque al final no solo afecta a la persona que está lejos de su patria, sino que tiene un efecto y daños irreparable para toda la familia.

“Es el precio que se paga por defender no solo los derechos personales, sino que los derechos de todo un pueblo, pero no nos desanima esto para seguir luchando”, finalizó diciendo Jaime Rodríguez.

Otro de los jóvenes que tuvo que salir huyendo del país es Jonathan Fernando Cardona, quien después de ser brutalmente golpeado por la policía al denunciar el hecho, le generó una persecución política y militar lo que desencadenó su salida forzada del país.

El  hecho sucedió en los primeros días del toque de queda, con el cacerolazo, que fue del 1 al  5 de diciembre de 2017, en la colonia Las Palmas, de Tegucigalpa.

El joven después de ser atacado quedó inconsciente y fue trasladado por un vecino hasta el Hospital Escuela, producto de esto tuvo pérdida temporalmente de la memoria y visión.

De acuerdo a los hechos, ese día también amenazaron a sus hermanos  y a su abuela Nohemí Mendoza, quien era padre y madre para ellos.

El joven era constantemente perseguido, amenazado y vigilada su residencia por hombres desconocidos, situación que preocupó a la señora de 84 años, llevándola a la muerte el día 25 de diciembre del año 2017, cuando solo habían pasado 22 días, después que su nieto fuera brutalmente golpeado por la Policía Militar del Orden Público (PMOP).

Esto obligó al joven  a salir del país  para lograr proteger su vida, ya que no podía recurrir a las autoridades a denunciar lo ocurrido, porque eran ellos los culpables  de los hechos y temía que le hicieran algo.

El COFADEH acompañó y denunció los ataques y persecución política ante organismos nacionales e  internacionales de los que eran víctimas, Samuel Trigueros, Jaime Rodríguez  y Jonathan Fernando Cardona, entre otros que han sido víctimas  del estado hondureño.

Son muchas las personas que  han tenido que salir del  país por el mismo motivo, salvar su vida, ya que el estado no les garantiza la protección necesaria, teniendo que pedir asilo político y poder reconstruir su vida, ya que en muchos casos ha prevalecido la desintegración familiar. Han buscado protección en otra patria, porque las suya los persiguió y los obligó a huir por defenderla y de defender sus ideales, para ver una Honduras mejor para las futuras generaciones.